OÍDO COCINA
Siempre he oído decir que para cocinar se necesita tiempo y hacerlo con mucho Amor ¿desde cuándo le han cambiando el nombre? Debido a circunstancias de la vida, me veo en un camino nuevo, a descubrir. Sí, sí podéis pensar que a mi edad ya era hora que anduviera por él pero me he encontrado, a menudo, con grandes obstáculos: las espinacas y yo nos hemos llevado siempre a matar. Tuve que deshacerme rápidamente de la presencia del “hígado” porque alteraba mi ritmo intestinal; y ya cuando apareció “encebollado”….era o él o yo. Entrar en la cocina era una lucha a ver quién podía más. Desaparecí. Pero ahora no me queda otra que volver. Echo un vistazo a nuestras comidas y me doy cuenta de que muchas tienen su denominación de origen….¡pero si todas sois vendidas en el Mercadona, bonitas! Voy con el carro mirando los stands: Arroz chino (en breve será dieta china en vez de Mediterránea), café americano, ensaladilla rusa, yogurt griego, té irlandés, chocolate suizo, coles de Bruselas, nueces de California, salchichas de Frankfurt, flan de Huevo… ¡ah no, no! Que el huevo aún no es considerado como tal. Ahora entiendo por qué mi madre cuando hacía el guiso de pollo lo bautizó como “Pollo a la Gloritoria” (mi madre se llamaba Gloria, claro).
Sigo empujando el dichoso carrito. Hay miles en las puertas, en los aparcamientos de grandes superficies…pero me ha ido a tocar el de las “ruedas muertas”. Otros lo llaman “ruedas locas”, porque tú intentas llevar el carrito hacia la derecha y él se va para Triana. Imposible domarle. Y cuando está lleno, imposible misión. Y ¡ay! Que de repente me da por pensar el por qué de esa manía que nos tienen los franceses. Lo veo clarísimo. ¡Es por la comida! Se pensarán que tienen la exclusividad pero… ¡han topado con nosotros! Ellos tienen la tortilla francesa pero es que no se puede comparar con nuestra tortilla española. Presumen del Paté de Foi pero decidme, ¿cómo está nuestro Paté La Piara de tapa negra? Los Crêpes los miman mucho pero nuestras tortitas con nata y sirope de chocolate le dan cien mil vueltas. Nos enseñan el Champagne francés y nosotros les mostramos nuestro Cava. Nos dan a beber vino de Burdeos y nosotros les damos de Rioja, Ribera de Duero, Navarro, Valdepeñas, Somontano, Albariños, Jerez… ¡madre mía! Me los conozco todos…pero yo no bebo alcohol ¿eh?)… De repente te sorprenden con una crema Vichyssoise (hay que poner morritos para pronunicarla) y yo les digo: ¿Pero habéis probado nuestra crema de calabacín de la huerta murciana?.. Nada. Ellos se empeñan en la exclusividad con su Confit de pato pero donde esté nuestros “pitus de caleya” asilvestrados, morroskos que desaparezca la finura del patito. Dicen ser los reyes del queso, sobre todo, el famoso queso de Roquefort… aquí, me vais a perdonar pero les estaría un mes entero dándoles a probar los nuestros: Roncal (también empieza por Ro), Idiazabal, Tronchón, Picón, de Tetilla, Mahón, Cabrales, Manchego, de Burgos (qué bueno éste para las gastroenteritis). Es verdad que ellos tienen un “agua milagrosa” y la respeto mucho que es el“Agua de Lourdes” pero es que nosotros también tenemos un agua que te quita los males “Agua del Carmen” y otra que te quita las penas el “Agua de Valencia”…. Lo siento por ellos, la envidia es muuuuuy mala y en la cocina nadie nos supera.
No se si atreverme a contar mi periplo culinario. Para empezar os diré que a mi cuñada la tengo frita. Es mi Wikipedia particular. Leo las recetas y me encuentro con verbos y expresiones que me dejan los ojos como lunas. Le llamo por teléfono y le pregunto que qué es eso de Trinchar, o Lardear, o Albardar, o Encamisar… ¿pero a quién vas a encamisar? ¿Al pollo? Otra vez me salió el verbo “asustar la cocción”...bueno, bueno no sabía si ponerme la careta de bruja o esconderme detrás de la tapa de la olla y salir diciendo ¡UHH! Lo que me hizo mucha gracia, y estuve así con una media sonrisa durante horas, fue el día en que me explicó qué significaba eso de “emborrachar un postre” y a mí que me gusta probar de todo lo que hago.
Hace poco mi hermana me aconsejó que empezara con algo sencillito: “guisantes salteados con jamón”…¡¡ que soy inexperta!!- le dije. Tranquila, me dijo. Calienta el aceite, echa trocitos de jamón y luego los guisantes. ¡Y lo conseguí a la primera! Lo que me extrañó fue ese ruidito que hacían cuando los volqué en el plato: clin, clin, clin, clin; pero el espectáculo fue fantástico. ¡Sí! ¡Saltaban en el plato! Duros como una piedra y más negros que el sobaco de un mono. Cuando se lo conté, me tranquilizó pero me dijo que tuviera cuidado el día que hiciera los HUEVOS ESTRELLADOS… vamos, que no hacía falta que fuera tan literal.
Yo estoy poniendo todo de mi parte. Hasta me he comprado, que estaba de oferta, un maletín de 17 cuchillos y un hacha. ¿A dónde voy con tantos?-me pregunto, pero el maletín es tan mono. Ya en casa lo abro. Sólo reconozco dos: el de sierra de toda la vida y el jamonero ( lo he visto en algunas bodas). ¿Para qué servirán los demás? Hasta hay uno en forma de media luna y otro “abierto en canal” ¿cómo voy a partir el pan con esto?
Estoy rodeada de muy buenas cocineras que me aconsejan que utilice la olla rápida: ¡te ahorra tiempo y es muy rápido! Yo soy de cuchara: alubias, cocido, lentejas. Así que el otro día quise prepararme unas lentejitas. Me dicen: tú echa las lentejas, puerro, zanahorias, patatas, un chorrito de aceite, sal y agua (el chorizo a elegir por aquello del colesterol). Pues yo lo pongo todo al fuego. A las dos horas me llaman al teléfono. Es mi amiga diciéndome que tenga cuidado si hago lentejas. Que tienen que estar poco tiempo porque si no se pegan. ¡Oooohhhh! ¡Demasiado tarde! Eso se avisa antes. Abro la olla y una visión dantesca. No solo no se han pegado. ¡Es que se han matado! Ya decía yo que olla rápida-2 horas no encajaba mucho.
Pero no desisto. Tengo un amigo que sus padres viven en un pueblo y crían conejos, entre otros animales. Un día se me presenta en casa con uno… ¡Congelado! Dios mío ¿qué hago yo con esto ahora? ¿Encima que me lo trae con todo el cariño de sus padres? ¿Y de él también? Intento disimular y le doy las gracias. Esto va a la basura ahora mismo-pienso. Pero no se le ocurre otra cosa que decirme que confía en mí, pobrecito, y que espera que le invite a comer “conejo al ajillo”… ¡me ha matado! Cual cordero degollado, le miro y le digo que “vale”. Viernes por la tarde saco el conejo del congelador. Sábado a media mañana, le cojo, ya descongelado y le meto en la olla ¡No cabe! Llamo a mis chefs y me dicen que lo trocee… ¿Quééééééé? ¡Ni de coña hago yo eso! No puedo, no puedo. Echo mano del vecino y me dice que si tengo un hacha para cortarlo en trocitos. ¡Qué sensación más sanguinaria! Me confirmo que aún no estoy preparada para leer “literatura de terror”…si no puedo con un simple conejito... Mi vecino ya ha terminado. Me da los trozos y los meto en la olla. Ahora si cabe, claro, descuartizado, mutilado. La comida, ¡un desastre! A la hora y media ya estoy metida en el baño y dos días después sigo sin salir de él. Ya estoy hasta el último pelo. Y nunca mejor dicho. ¡Nadie me dijo que había que quitarle la piel al conejo! ¡Eh, eh! ¡No os riáis! Que para hacer pollo asado recomiendan dejarle la piel. Espero no tener ningún síntoma más. Pero sí me extraño la cara de mi vecino cuando vino a preguntarme por el guiso y, al abrirle la puerta, solo le dije: ¡qué hay de nuevo viejo!
Hay que seguir caminando. Quiero prepararos un ágape y para ello estoy echando mano de un libro muy bueno que se titula:
“Cocina para los que no saben cocinar” de Gloria Baliu de Kirchnek, ed. Biblioteca Práctica Caralt.
Ya os avisaré… En fin, son cosas normales que, me imagino, que os ha pasado a todos ¿verdad?....¿verdad? Decidme que sííííííí