martes, 21 de octubre de 2014

EN EL PARQUE ADRIK

 
....y dibuja el peso de su infancia en cada huella.
















Nadie dijo que escribir fuera fácil. Y si encima son relatos cortos, aún se complica más la cosa. La llamada "hoja en blanco" es temible aunque, al final, siempre aparecen las Musas y nos echan una mano. Otras veces, un ejercicio bueno para hacer, es elegir la primera frase de un cuento de un autor, conocido o no, y escribir el tuyo partiendo de esa base. Así lo he hecho en este cuento "EN EL PARQUE ADRIK" cuya primera frase pertenece a "Más allá del estanque" de JOSE MARÍA MERINO. Espero que os guste y que podáis disfrutarlo.




                               EN EL PARQUE ADRIK

Entró en el parque bajo el sol pálido, sin sentir ni su calor ni el frío invernal. Stanislov empezó a caminar entre la nieve y su bastón iba aprisionando cuantos elementos se escondían bajo ella. Es ciego.
De pequeño, jugando en la cocina de su casa, se tropezó con un taburete y perdió el equilibrio. En ese momento su madre retiraba de la lumbre, una sartén con aceite hirviendo. Había terminado de freír unas cuantas vatrushkas, para rellenarlas de mermelada, para él y para sus seis hermanos pequeños. Tras el tropezón, el cuerpecito de Stanislov no logró mantenerse en pie y su cara fue a parar, directamente, dentro de la sartén. Su piel se derritió mientras la nieve cuajaba en el jardín de su casa. Pequeñas hebras de su rostro se quedaron adheridas a las vatrushkas. Esa noche los pequeños, ajenos al horror vivido en aquella cocina, disfrutaron de una ración extra. Todos menos él.  Nunca preguntaban. Del plato, a la boca. El hambre llamaba todos los días a su puerta.
Desde ese día la oscuridad se apoderó de Stanislov. No pudieron hacer nada por salvarle los ojos. Ya no vería más caer la nieve sobre los tejados de Ókunevo, ni volvería a jugar con sus perros, ni tan siquiera con otros niños. Su rostro desfigurado ahuyentaba hasta a los lobos que habitaban en la Estepa. A partir de entonces, cerró todas sus puertas para vivir en un mundo de tinieblas.

En el parque, Stanislov arrastra sus pies entre la nieve y dibuja el peso de su infancia en cada huella. Taciturno y huraño. No se relaciona con nadie. De su boca salen gruñidos en lugar de saludos. Todos temen acercarse a él. Es Stanislov, el vagabundo del Parque Adrik. Su bastón localiza el banco, ese sobre el cual esta noche volverá a dormir bajo un techo de estrellas envuelto en un frío invernal. Mientras prepara su lecho, una lágrima infantil consigue atravesar el túnel vacío de sus ojos.