Ayer fue el Día del Padre. Así que esta historia se la dedico a mi Aita que, estoy segura, que allá donde se encuentre se partirá de risa porque tenía un humor especial y más cuando de "camiones y coches" se trataba. Las palabras malsonantes que aparecen eran necesarias jijiji... espero que disfrutéis un poco leyéndolo. Yo así lo hice al escribirlo.
GASOLINA
98 SÚPER
Mi nombre es Vane pero en el barrio
me conocen como “La Choni del volante”. Ya nací sobre cuatro ruedas. Mi viejo,
que era camionero, me metió el gusanillo en el cuerpo. Flipaba cuando viajaba
en su “búfalo”. Menudo pedazo bicho. Cuando era canija y no conseguía dormirme,
me echaban unas gotitas de gasolina en la almohada. Era la hostia. El viejo me
enseñó a cambiar las ruedas, a arreglar las averías más chungas…me hice experta
mecánica. Soñaba con ser camionera; ponerme esas camisas de cuadros remangadas,
pantalones de mahón y llevar colgado, en la cabina, un calendario de tíos en
bolas. Un día un chavalín me llamó mentirosa en mi jeta cuando le dije que
sabía conducir un camión. Tenía entonces 15 años. Menuda pedrada en la chola se
llevó el mierda el niño. Cuando me saqué el carnet de conducir, mi profesor me
repetía una y otra vez que me quitara ese palillo de la boca que llevaba todo
el día pegado al labio. Yo le decía: ¡Profe!, es que me da confianza. Aprobé a
la sexta. Los cabrones de los examinadores seguro que tenían contratados a
todos los yayos para que salieran en ese momento. Tarde o temprano esas caderas
se iban a romper de todas formas. Me salió un currele de cajera en el Simago.
De puta madre. Al año ya había ahorrado para comprarme mi primer buga: un Ford
Escort rojo, tres puertas, motor 1.1 y 90 cv. Yo sabía que era la envidia del
barrio. Le puse un alerón trasero, un parachoques metalizado, las llantas rojas
y una pegatina que ponía “amor de madre”. Traía un cassette muy normalito pero,
años más tarde, mi novio me pilló uno más guapo. Ahí es donde mis colegas
empezaron a llamarme “La Choni del volante”. Ponía a Los Chichos a toda leche:
libre, libre quiero ser, quiero ser, quiero ser libre. A mi churri le gustaba
Eisi Disi y Barón Rojo. Solía ir al taller de “El Drogas” para poner a punto el
“forito”; así es como le llamaba con cariño. Yo misma era la que arreglaba las
averías. Lo mismo cambiaba las bujías que la correa de distribución. O le hacía
un paralelo y sustituía las pastillas de freno. Me ponía estar entre cables,
grasas y motores de arranque.
Conocí a Jonathan “mi Yoni”, mi pavo, en un bareto del
barrio. Cada uno estábamos con nuestros colegas y nos pillamos solo con
mirarnos ¡qué subidón! Al mes ya nos estábamos yendo de finde a una casa que
sus viejos tenían en Cuenca. Metimos las bolsas en el maletero, me senté al
volante, bajé la ventanilla, apoyé el brazo izquierdo, me puse el palillo entre
los dientes y arranqué. A la hora tenía el brazo derecho algo dolorido. Entre
cambiar de cinta y darle la vuelta, girar el volante para adelantar a algún
gilipollas, sobetear el muslo de mi churri y saludar a los conductores “con el
corazón”, decidí parar en una gasolinera y, de paso, llenar el depósito. El
gasolinero llegó antes de que yo saliera. Le dije que me lo llenara. En ese
momento, “mi Yoni” tuvo un arrebato de pasión y me comió los morros. Me puso
cachonda. Estuvimos magreándonos un poco. Cuando terminó el hombre, bajé la
ventanilla y le pagué. Salimos de najas. Me había cobrado de menos, o eso pensé
yo. A los quince minutos el “forito” empezó a renquear. Andaba a trompicones.
Por el espejo retrovisor veía que, del tubo de escape, salía humo blanco. Mi
chorvi se contuvo de soltar la parida de ¡¡A ver si es que tenemos Papa nuevo!!
Simplemente le hubiera dado de hostias. El coche cada vez iba más despacio y,
al final, tuve que parar en el arcén. Levanté el capó, con una mala leche, para
ver lo que pasaba. Todo parecía estar bien pero aquello no funcionaba. Cuanto
más intentaba arrancar más humo blanco salía. Mandé al “Yoni” a que buscara
algún teléfono para llamar a la grúa. A las dos horas allí se presentó. Joder
¡cómo me rayé al ver cómo lo colocaban arriba! Enganchado con cadenas. Me metí
en él. Pasaba de ir abajo con el gruero. Le dije al “Yoni” que se quedara con
él. En medio del camino, salió volando la luz de emergencia de la grúa y chocó
contra el parabrisas de mi “forito”. No llegó a hacerle nada. Ale ¡A tomar por
culo! Llegamos a un taller. El de la grúa se dio cuenta de la luz y me preguntó
si había visto algo ¡qué va, tronco! ¡Iba medio sobá!, le dije.. y me quedé tan
ancha.
A la media hora me lo soltaron asín: “Si hubiera conducido
durante más tiempo, su coche hubiera muerto. Ha echado gasóleo en vez de
gasolina. Está todo invadido. Ha recorrido tubos e inyectores. Le ha dañado el
carburador y el catalizador. Creemos que se puede salvar aunque deberá reparar
todos los daños. Vaciaremos el depósito e intentaremos limpiar todos los conductos
por los que ha pasado el gasóleo… la avería ha sido muy gorda. Señorita ¿No sabía que este coche utiliza gasolina 98
súper!
¡La madre que le parió! A él y al de
la gasolina. Y encima me llama señorita. Si no es por mi churri, le hubiera
metido dos hostias y luego me hubiera ido a la gasolinera a trincar al otro
pollo. Como ya era tarde cerraron el taller hasta el día siguiente. Nos tuvimos
que quedar “velando” a “forito” en el motel que había a trescientos metros.
Joder, había una “piluqui” en la habitación de al lado que no paró en toda la
noche. Pim, pam,pim,pam. Es flipante cómo la gente sigue a lo suyo mientras una
casi la palma de ver a su “forito” medio muerto. Consiguieron limpiarlo pero
los daños ya estaban hechos. Nunca volvió a ser el mismo. Y me cagué en tós los
muertos del gasolinero. Al “Yoni” le mandé a tomar por culo por haberme comido
el morro en ese momento. Asín que aquí estoy en el bareto del “Pelos” tomándome
unas birritas con mis colegas. Estoy deseando conducir mi nuevo GOLFete.