25CM3 DE CICUTA
No se había dado
cuenta de que él, prácticamente, ya estaba muerto. Era cuestión de segundos que
la noticia llegara a su cerebro, al ático de su cuerpo. Allí, el susodicho intentaría,
por todos los medios, volver a unir las conexiones. Algo las estaba destruyendo
y no sabía qué era. De repente, yo lo sentí. Como Alma que soy, y huésped
habitual de ese edificio, puedo moverme con tranquilidad por todas partes.
Antes de hacer nada quise cerciorarme. Me dirigí a los pies, al sótano. Las dos
columnas que sujetan el edificio muscular se resquebrajan ¡El frío es tan extraño! Oigo un ruido. Es la puerta que
se está cerrando de forma irreversible. Salgo de allí porque observo, horrorizada,
el color morado que ha invadido las
paredes. Ese líquido asesino se dirige a la entreplanta. El mismo proceso.
Escucho aullar al frío en cada rincón.
El
edificio cruje y yo continúo dentro. Quiero asomarse por una de las ventanas
más distales pero soy arrastrada por ese líquido que me conduce, directa, a la
habitación en donde se ha producido el envenenamiento. No puedo hacer nada. Ese
líquido es como el fuego. Se expande con gran rapidez y mata. Salpica a las paredes
desgarrándolas en agujeros enormes; es un fluir de trozos de vísceras hacia
arriba, hacia abajo, hacia arriba. Se mezclan con la espesura que sale de las
tuberías de la casa. Son las venas que van reventándose a su paso.
Hago un inciso. En ese momento
debí darme cuenta de que era La Dama quien estaba entrando en el edificio. Lo hizo
de puntillas, en silencio; se disfrazó de veneno y atacó toda la estructura.
Desde fuera se oían quejidos. Por dentro se escuchaba el sonido de sus carcajadas
mezcladas con el in-crescendo de los estertores.
No entraba en mi historia la idea de tener
que abandonar tan pronto ese edificio pero La Dama se hizo humana durante un
rato ¡Se rebeló! Intentó abrir huecos por donde pudiera salir el veneno. Atrancó
los desagües. Obstruyó las cañerías. No dejaba que entrara el aire. Salió del
edificio unos segundos justo para poder contemplar cómo la rigidez y frialdad
de la fachada adquiría el color temido. Yo sentía que llegaba mi hora. Me habían
dicho que permanecería en esa casa, en ese cuerpo durante muchos sueños pero
Ella me los arrebató.
Vi
cómo se iba apoderando de mi espacio. Del lugar en el que yo era la que dirigía
todos los movimientos. Yo, la esencia de esa casa, estaba siendo echada por las
artimañas de la Parca. Luché con ella sin éxito. Con la misma rabia que invadía
el cuerpo, se fue directamente al corazón, al dueño y señor del edificio. Me
fui detrás de ella en una carrera “a muerte”. Sabía dónde encontrarle. La
puerta, acorazada. Hace tiempo se la tuve que blindar así para que no dejara
pasar al maligno que, disfrazado de susurro, agrietaba sus paredes, de las
cuales brotaban cascadas de sangre. Pero
el líquido viscoso ya estaba penetrando por debajo de la puerta. Escurridizo e
infalible, se apoderó del habitáculo. Demasiado tarde. Cuando llegué solo pude
escuchar su último tic tac. Me aferro a esa vida. Subo exhausta al ático. Demasiado tarde,
también. El cerebro está ahogado. La Muerte ha vencido. Su veneno ya es el amo de esa casa. Ha conseguido
destruir todo el edificio… Todo…menos a mí.
***
Sigo
vagando por la nada en busca de una nueva estancia. Difícil. La Dama solo
quiere jugar conmigo.