domingo, 5 de julio de 2015

¡QUÉ TRASIEGO DE PARTOS!

"...sin hacer otra cosa que permanecer".    


                         

                            ¡QUÉ TRASIEGO DE PARTOS!
         
De repente, un buen día nací pero a los cinco meses me morí. Me volví  a la nada, a deambular por distintas estancias sin hacer otra cosa que permanecer. Veía a otros seres como yo. Me hablaban de algo que se llamaba Tiempo. Lo desconocía, pero me auguraron que, quizá, viajaría por él.
            Cuando más despistado estaba, fui arrastrado por una fuerza cálida que me dejó instalado en una especie de habitáculo ínfimo. Menos mal que aquello fue creciendo porque ya me veía ahogado. Y cuando me di cuenta… ¡había vuelto a nacer! Otra vez en los mismos brazos, con las mismas voces pero yo no estaba en el mismo cuerpo que el de antes. Ahora el poco pelo que tenía era más rubio y hasta se me formaba algún remolino. ¡Mira hijo, tienes dos hermanos!, me decía mi madre mostrándome ante ellos. Yo, creo que les miraba sin querer encariñarme mucho  no fuera a ser que me muriese otra vez. Decidí permanecer quietecito. Empecé a conocer ese hecho extraño del que me hablaban: el tiempo. ¡Era una cosa muy rara! Nos empujaba a todos pero a mis padres con mucha más fuerza. Cómo sería, que mi madre no pudo aguantarlo y en una de sus embestidas la mandó vaya usted a saber dónde. Por lo visto es que también se murió. En ese momento yo no estaba en casa. No sé por qué. Estuve tres días con mis vecinos y me dejaban  ordeñar a sus ovejas. Cuando regresé me dijeron lo de mi madre. Entré en su habitación y escuché un llanto. Mi padre y mis hermanos me abrazaron. Me acerqué a una cuna que estaba junto a la ventana y me dijeron: “Mira, es tu nueva hermanita”. Me asomé y vi cómo ella me guiñaba un ojo. ¡La reconocí enseguida! ¡Era mi madre!