lunes, 4 de agosto de 2014

OÍDO COCINA...2ª Parte

Fabes a la vinagreta.....conseguidas después de gran esfuerzo


                             


                                             OÍDO COCINA….2ª Parte

Hay un refrán que dice que “nunca segundas partes fueron buenas”. Pues gracias a las segundas, y a las terceras y a las cuartas, una puede comer decentemente. Después de mis primeras incursiones culinarias podéis llegar a pensar que ya lo tengo todo dominado, que ya ha pasado tiempo suficiente para que puede ser “una experta cocinera”….¡¡¡pues no!!! Y mira que pongo todo el empeño e interés del mundo pero….
            La olla rápida me funciona de maravilla. Ya le he cogido el punto a la cocción, pero no fue fácil. Sobre todo desde el día en que se me ocurrió hacer “Fabes a la vinagreta”. La noche anterior puse medio kilo en remojo (siempre hay que contar con un plan B y tener de reserva). Así me lo dicen mis expertas cocineras. A la hora de haberlas puesto en el agua me acerqué a echarlas un vistazo por aquello del interés. Me quedé atónita…¡¡qué espanto!! Estaban arrugadas y parecían gusanos. ¿Qué les ha pasado?-me pregunté. Nunca me había ocurrido ni con los garbanzos ni con las alubias. Noté cómo empezaban a engordar pero muy arrugadas ¡qué aspecto tan feo tenían! Lancé un S.O.S a mi cuñada que, como ya sabéis, la tengo frita (anda mira, qué término más apropiado) y me tranquilizó diciéndome que no pasaba nada, que las dejara así hasta mañana. Como en la noche de Reyes, lo primero que hice al levantarme fue ir corriendo a la cocina y ¡¡allí estaban!! Gorditas y más lisas que el culito de un bebé. Se habían desarrugado de forma increíble. Y pensé: “Esto tengo que probarlo yo para mis arrugas y mis patas de gallo”… Aún no estoy preparada para que me digan eso de que “la arruga es bella” ¡Y una mierda!
            Así que después de la transformación eché en la olla las fabes, el ajo, la cebolla (que rima con olla), agua, sal y un chorrito de aceite. Lo puse a cocer unos cincuenta minutos que es lo que tengo apuntado en mi libreta (a veces me juega malas pasadas, sobre todo, si no tengo las gafas a mano). No sé en las vuestras pero en mis ollas el vapor sale por una ranura que está arriba en la tapa (no hace falta que especifique el por qué del plural en “mis ollas” ¿verdad?). Pues bien. Dejé todo preparado y me fui a mis quehaceres literarios y a los cuarenta minutos escucho un sonido extraño. No era el habitual de salida de vapor. Voy a la cocina y…¡¡Santo Dios!! La olla estaba escupiendo perdigones blancos a través de la ranura. ¡Ay los azulejos! Miles de bolitas y pellejos se deslizaban por ellos formando un bonito cuadro abstracto. ¡Y me reía yo de los guisantes salteados! Como era de esperar, al abrir la quinta olla (nadie me había advertido de que hay que esperar a que se baje una valvulita para poder abrirla…soy vasca…no hay olla que se me resista a abrirla), no quedaban más que algunos pellejos de lo que, hasta hacía cuarenta minutos, eran fabes. En ese momento no eché mano del Plan B sino del Plan C: “Fabada Asturiana LITORAL”, buenísima.

 
¡¡Qué haría yo sin mis libros!!

Me dicen que teniendo como tengo sangre vasca debería ser la reina en la cocina. Yo la teoría la tengo, libros en mi estantería a patadas pero tengo que poner más atención. Un día quise impresionar a mi chico (¡¡vaya si lo conseguí!!) preparando un plato que leí en uno de los libros que tengo de recetas vascas: “Xapo al horno”. Bien sabe Dios que puse todo mi cariño en ello. Tres días me pasé buscando “xapos” para el manjar. Los metí al horno, sí. ¿Por qué no hay en las recetas algún pie de página donde ponga  que en Euskadi, el “xapo” es el RAPE?... ¡pobres batracios! No quedó ningún rastro de ellos….de mi chico tampoco, claro.
            Y yo seguí intentándolo. Pero no siempre le salen a una las cosas como quiere. Otro día, para comer, tenía puré de calabacín. Descongelado de la noche anterior, lo puse a fuego lento y me ausenté durante un momento para contestar los trescientos “guasaps” que recibo. Al rato oigo a mi chico (este es nuevo… si me quieren tiene que ser con todas las consecuencias…”conejitos de indias” les llamo cariñosamente). Estaba despavorido. Gritó mi nombre: ¡Glooooooriiiiaaaaaa! ¡Ven, corre que el puré salta y gorgotea!..¡¡Oooohhhhh!! ¡¡Qué espectáculo!! ¡¡Pobres azulejos!! Invadidos, nuevamente, por millones de babas de puré. Era imposible acercarse a la cacerola sin ser atacada. Aquello era una batalla campal: ¡plof! ¡plof! ¡plof! Un impacto de puré cayó sobre mi brazo, otro en la mejilla, en la camiseta, en mi chico (lástima… con él había conseguido pasar la barrera de los tres meses de convivencia). Eran como fuegos artificiales: motas verdes, blancas, naranjas (es que al puré también le eché calabaza). Al final me tuve que envolver en el albornoz de mi chico (en ese momento ya sabía yo que no lo iba a utilizar más, claro) y taparme la cara con la manga para poder retirar la cazuela de la vitrocerámica. Ni Joan Miró con sus cuadros de puntos lo hubiera hecho mejor que lo que quedó allí impregnado en mis azulejos.
            Pero creo que voy mejorando. Yo lo noto. Por ejemplo, ya hago bastante bien los filetes a la plancha…eso sí, antes los dejaba lisos, lisos sin ninguna arruga. ¡Ay que fallo más tonto tuve con pensar que cuando se hacen los alimentos a la plancha, la Rowenta aquí no pinta nada! Tampoco pido ya en la carnicería puntas de jamón york para el cocido. Ahora ya me sale riquísimo el puré de calabacín…no de pepino. ¡No me digáis que nunca los habéis confundido! ¡¡ Si son iguales!! Largos y verdes. También procuro leer las indicaciones para hacer cosas en el microondas: no pensaba yo que las bolsas para hacer las palomitas de maíz deben estar cerradas….vamos, que no hay que abrirlas. ¡Menos mal que dentro del microondas no hay azulejos! ¡Qué estallido! Ale, volando libres allí dentro. Algunas se quedaron muy pegadas al cristal…
 ¡Ah! Y, por supuesto, ya no le pido al pescadero “medio kilo de txipirones…pero de los negros, ¿eh?”….  vale, vale…no más risas que ya me he enterado bien lo de la tinta.

¡¡Viva la cultura!!

            Como ya os he dicho, la teoría la tengo bien aprendida. Los libros me están ayudando muchísimo. Y una vez medio dominados los sólidos, voy a ver qué tal se me dan los líquidos…creo que estos no dan tantos problemas.