![]() | ||||
"...sin hacer otra cosa que permanecer". |
¡QUÉ TRASIEGO DE PARTOS!
De repente, un buen día nací pero a los cinco meses me
morí. Me volví a la nada, a deambular
por distintas estancias sin hacer otra cosa que permanecer. Veía a otros seres
como yo. Me hablaban de algo que se llamaba Tiempo. Lo desconocía, pero me
auguraron que, quizá, viajaría por él.
Cuando
más despistado estaba, fui arrastrado por una fuerza cálida que me dejó instalado
en una especie de habitáculo ínfimo. Menos mal que aquello fue creciendo porque
ya me veía ahogado. Y cuando me di cuenta… ¡había vuelto a nacer! Otra vez en
los mismos brazos, con las mismas voces pero yo no estaba en el mismo cuerpo
que el de antes. Ahora el poco pelo que tenía era más rubio y hasta se me
formaba algún remolino. ¡Mira hijo, tienes dos hermanos!, me decía mi madre
mostrándome ante ellos. Yo, creo que les miraba sin querer encariñarme mucho no fuera a ser que me muriese otra vez. Decidí
permanecer quietecito. Empecé a conocer ese hecho extraño del que me hablaban:
el tiempo. ¡Era una cosa muy rara! Nos empujaba a todos pero a mis padres con
mucha más fuerza. Cómo sería, que mi madre no pudo aguantarlo y en una de sus
embestidas la mandó vaya usted a saber dónde. Por lo visto es que también se
murió. En ese momento yo no estaba en casa. No sé por qué. Estuve tres días con
mis vecinos y me dejaban ordeñar a sus
ovejas. Cuando regresé me dijeron lo de mi madre. Entré en su habitación y escuché
un llanto. Mi padre y mis hermanos me abrazaron. Me acerqué a una cuna que
estaba junto a la ventana y me dijeron: “Mira, es tu nueva hermanita”. Me asomé
y vi cómo ella me guiñaba un ojo. ¡La reconocí enseguida! ¡Era mi madre!