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Fabes a la vinagreta.....conseguidas después de gran esfuerzo |
OÍDO COCINA….2ª Parte
Hay un refrán que dice que “nunca segundas partes fueron buenas”.
Pues gracias a las segundas, y a las terceras y a las cuartas, una puede comer
decentemente. Después de mis primeras incursiones culinarias podéis llegar a
pensar que ya lo tengo todo dominado, que ya ha pasado tiempo suficiente para
que puede ser “una experta cocinera”….¡¡¡pues no!!! Y mira que pongo todo el
empeño e interés del mundo pero….
La olla
rápida me funciona de maravilla. Ya le he cogido el punto a la cocción, pero no
fue fácil. Sobre todo desde el día en que se me ocurrió hacer “Fabes a la
vinagreta”. La noche anterior puse medio kilo en remojo (siempre hay que contar
con un plan B y tener de reserva). Así me lo dicen mis expertas cocineras. A la
hora de haberlas puesto en el agua me acerqué a echarlas un vistazo por aquello
del interés. Me quedé atónita…¡¡qué espanto!! Estaban arrugadas y parecían
gusanos. ¿Qué les ha pasado?-me pregunté. Nunca me había ocurrido ni con los
garbanzos ni con las alubias. Noté cómo empezaban a engordar pero muy arrugadas
¡qué aspecto tan feo tenían! Lancé un S.O.S a mi cuñada que, como ya sabéis, la
tengo frita (anda mira, qué término más apropiado) y me tranquilizó diciéndome
que no pasaba nada, que las dejara así hasta mañana. Como en la noche de Reyes,
lo primero que hice al levantarme fue ir corriendo a la cocina y ¡¡allí
estaban!! Gorditas y más lisas que el culito de un bebé. Se habían desarrugado
de forma increíble. Y pensé: “Esto tengo que probarlo yo para mis arrugas y mis
patas de gallo”… Aún no estoy preparada para que me digan eso de que “la arruga
es bella” ¡Y una mierda!
Así que
después de la transformación eché en la olla las fabes, el ajo, la cebolla (que
rima con olla), agua, sal y un chorrito de aceite. Lo puse a cocer unos
cincuenta minutos que es lo que tengo apuntado en mi libreta (a veces me juega
malas pasadas, sobre todo, si no tengo las gafas a mano). No sé en las vuestras
pero en mis ollas el vapor sale por una ranura que está arriba en la tapa (no
hace falta que especifique el por qué del plural en “mis ollas” ¿verdad?). Pues
bien. Dejé todo preparado y me fui a mis quehaceres literarios y a los cuarenta
minutos escucho un sonido extraño. No era el habitual de salida de vapor. Voy a
la cocina y…¡¡Santo Dios!! La olla estaba escupiendo perdigones blancos a
través de la ranura. ¡Ay los azulejos! Miles de bolitas y pellejos se deslizaban
por ellos formando un bonito cuadro abstracto. ¡Y me reía yo de los guisantes
salteados! Como era de esperar, al abrir la quinta olla (nadie me había
advertido de que hay que esperar a que se baje una valvulita para poder abrirla…soy
vasca…no hay olla que se me resista a abrirla), no quedaban más que algunos
pellejos de lo que, hasta hacía cuarenta minutos, eran fabes. En ese momento no
eché mano del Plan B sino del Plan C: “Fabada Asturiana LITORAL”, buenísima.
Me dicen que teniendo como tengo sangre vasca debería ser la
reina en la cocina. Yo la teoría la tengo, libros en mi estantería a patadas
pero tengo que poner más atención. Un día quise impresionar a mi chico (¡¡vaya
si lo conseguí!!) preparando un plato que leí en uno de los libros que tengo de
recetas vascas: “Xapo al horno”. Bien sabe Dios que puse todo mi cariño en ello.
Tres días me pasé buscando “xapos” para el manjar. Los metí al horno, sí. ¿Por
qué no hay en las recetas algún pie de página donde ponga que en Euskadi, el “xapo” es el RAPE?...
¡pobres batracios! No quedó ningún rastro de ellos….de mi chico tampoco, claro.
Y yo seguí
intentándolo. Pero no siempre le salen a una las cosas como quiere. Otro día,
para comer, tenía puré de calabacín. Descongelado de la noche anterior, lo puse
a fuego lento y me ausenté durante un momento para contestar los trescientos
“guasaps” que recibo. Al rato oigo a mi chico (este es nuevo… si me quieren
tiene que ser con todas las consecuencias…”conejitos de indias” les llamo
cariñosamente). Estaba despavorido. Gritó mi nombre: ¡Glooooooriiiiaaaaaa!
¡Ven, corre que el puré salta y gorgotea!..¡¡Oooohhhhh!! ¡¡Qué espectáculo!!
¡¡Pobres azulejos!! Invadidos, nuevamente, por millones de babas de puré. Era
imposible acercarse a la cacerola sin ser atacada. Aquello era una batalla
campal: ¡plof! ¡plof! ¡plof! Un impacto de puré cayó sobre mi brazo, otro en la
mejilla, en la camiseta, en mi chico (lástima… con él había conseguido pasar la
barrera de los tres meses de convivencia). Eran como fuegos artificiales: motas
verdes, blancas, naranjas (es que al puré también le eché calabaza). Al final
me tuve que envolver en el albornoz de mi chico (en ese momento ya sabía yo que
no lo iba a utilizar más, claro) y taparme la cara con la manga para poder
retirar la cazuela de la vitrocerámica. Ni Joan Miró con sus cuadros de puntos
lo hubiera hecho mejor que lo que quedó allí impregnado en mis azulejos.
Pero creo
que voy mejorando. Yo lo noto. Por ejemplo, ya hago bastante bien los filetes a
la plancha…eso sí, antes los dejaba lisos, lisos sin ninguna arruga. ¡Ay que
fallo más tonto tuve con pensar que cuando se hacen los alimentos a la plancha,
la Rowenta aquí no pinta nada! Tampoco pido ya en la carnicería puntas de jamón
york para el cocido. Ahora ya me sale riquísimo el puré de calabacín…no de
pepino. ¡No me digáis que nunca los habéis confundido! ¡¡ Si son iguales!!
Largos y verdes. También procuro leer las indicaciones para hacer cosas en el
microondas: no pensaba yo que las bolsas para hacer las palomitas de maíz deben
estar cerradas….vamos, que no hay que abrirlas. ¡Menos mal que dentro del
microondas no hay azulejos! ¡Qué estallido! Ale, volando libres allí dentro.
Algunas se quedaron muy pegadas al cristal…
¡Ah! Y, por supuesto,
ya no le pido al pescadero “medio kilo de txipirones…pero de los negros, ¿eh?”….
vale, vale…no más risas que ya me he
enterado bien lo de la tinta.
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¡¡Viva la cultura!! |
Como ya os
he dicho, la teoría la tengo bien aprendida. Los libros me están ayudando
muchísimo. Y una vez medio dominados los sólidos, voy a ver qué tal se me dan
los líquidos…creo que estos no dan tantos problemas.