![]() |
Los acantilados de Justiz |
LA MUERTE TAMBIÉN ES LA VIDA
En
todo camino que se precie siempre hay un final. Hoy, hace un año, mi madre dejó
de caminar por el suyo en la Tierra. Partió. Tenía que hacer su último viaje,
en donde nadie le podía acompañar. A partir de aquí existen miles de creencias
sobre la muerte. Para los más agnósticos cuando una persona fallece…pues
fallece y no hay más. Desaparece. Se la entierra o incinera y ni oír hablar de
almas o luces blancas. Para los creyentes la realidad es otra y muy distinta. La
vida no termina con la muerte. Existe otra vida en la que ya no hay dolor, no
hay cuerpo, solo alma. Entiendo que es un tema difícil de hablarlo. Mucha gente
rehúye cuando de la muerte se trata. Miedos, respeto, angustia. Deberíamos tener
muy asumido una cosa: cuando una mujer da a luz a sus hijos debe saber que
les da la vida pero, también, la muerte…. ¡Pero esto cuesta tanto aceptarlo! Dicho
así suena terrorífico pero es la realidad. Nadie se va a quedar en este mundo. Todos,
antes o después, dejaremos de viajar por la Tierra y yo quiero pensar que
volveré a “encontrarme” con todos los que han partido ya.
Pero soy humana y me rebelo ante las
injusticias de la muerte: bebés con apenas 3 meses, niños despertando a la
vida, adolescentes enamorados, jóvenes con un futuro e ilusiones, adultos y
mayores que, tras un calvario de enfermedades, terminan muriendo.
Mi madre miró cara a cara a su
enfermedad. Se enfrentó a ella…con valentía. ¡Así es como me gusta la gente!
VALIENTE… ¡Anda que no me he encontrado en mi camino con decenas de “avestruces”!
Pero no quiero desviarme del tema.
Hace años pensar en la muerte me
producía angustia. Tenía verdaderas pesadillas hasta que poco a poco intenté
aceptarlo. Tampoco es que ahora me agrade hablar de ello pero lo veo de forma diferente.
Hoy ya un año que mi madre partió. Estaba
tranquilita (sedada), rodeada de sus hijos, en su casa, en su cama donde ella
siempre dijo que quería morir. Comprendo que no todas las muertes son así: un
accidente, un infarto, un asesinato son mucho más traumáticas y el shock es
mayor que si es “una muerte anunciada”. Yo he vivido ya algunas cuantas y el
dolor ante la pérdida y la separación es muy grande de cualquiera de las formas.
A pesar de toda esta teoría cuesta
aceptar que ya no estés aquí, Amá. Te tenías que ir, me decían…pero yo quería
que siguieras a nuestro lado. Quería que siguieras estando orgullosa de
nosotros, que siguieras viendo crecer a tus queridos nietos; quería seguir
conversando horas y horas contigo, paseando por el parque, por Hondarribi, por
la playa, por tu barrio. Quería seguir escuchándote decir que “nunca perdiera
mi sonrisa”, que siguiera siendo tan alegre. A pesar de lo que eso conllevaba,
quería seguir “afeitándote” tu cabecita para que no te “estorbaran” los cuatro
pelillos que te salían. Y ponerte el pañuelo con el que estabas tan guapa. ¡Te echo tantísimo de menos!... Y aquí estoy frente al mar, en uno de
los rincones que más te gustaba y en donde ambas cerrábamos los ojos para “respirar
hondo” y me decías eso de…”cuando ya no esté...”. Y ya no estás físicamente en
este rincón pero te siento muy cerca, a mi lado; siento que me estás abrazando,
que me secas las lágrimas y me dices: “Hija, que no quiero verte llorar ¡eh!”
Eras nuestra fuerza, nuestro AMOR y así
lo seguirás siendo.
VIVISTE
AMANDO, SUFRISTE CON SERENIDAD Y TU EJEMPLO ES HOY VIDA PARA NOSOTROS....